Al mismo tiempo que quiero comprobar si mi e-mail o la Taberna o lo que sea funciona hoy, aprovecho la ocasión para expresar públicamente, y una vez más, mi frustración con el Manual de estilo de la lengua española de José Martínez de Souza. Es el libro mós entreverado –el único así de entreverao y con ese sistema --enrevesao-- que he visto en mi vida (y creedme, para bien o para mal, gran parte de mi vida y mis horas de ocio y trabajo las he pasado metido en estos libros de texto y referencia). Es casi imposible encontrar un dato en menos de cinco minutos. Esta mañana, por ejemplo, más por curiosidad que por necesidad, estaba buscando cómo deletrear el nombre de la capital de Burkina Faso en español, que es Ougadougo en inglés. Me costó muelas --de las que tengo una, máximo dos, que compartir-- encontrar finalmente que, según Martínez de Souza, se escribe Uagadugú. No sabía por dónde empezar mi busquéda en el manual de marras así que guiado por la lógica y confiado en el sentido común, me fui al Índice, quizás –pensé-- haya algo acerca de Geografía de África o de capitales o qué sé yo… nada. Sólo encontré un titulito que decía Segunda parte: Diccionario de materias; Índice de materias Pág. 203. Me fui, pues, a la página 203 y encontré no un índice, válgame Dios, sino una lista enorme de materias. Una lista que empezaba en abreviaciones y pasando por todo lo creado por Dios Padre más el contenido y los seres del Arca de Noé sin otro orden ni lógica que la que nos depara el alafabeto, terminaba en zoónimos. No había números de página ni criterios de agrupación de materias por especie o fecha o color o ni nada. Sin rima ni razón como se dice en inglé (withouh rhyme nor reason) ni nada*, de modo que de puro tincazo e instinto nomá, tuve que pasar por Monjas y Música y Naves hasta llegar a Nombres, y allá, entre una tracalada de nombres finalmente encontré nombres geográficos, pero nada más: no número de página o entrada o nada, así que me fui a buscar nombres geográficos y finalmente llegué a nombres geográficos hojeando, fíjate vos, no por número de página ni nada, y allí una encontré una referencia que me dirigía a topónimos por supuesto, no número de página ni nada. De nuevo a hojear hacia topónimos y pasando por títulos, títulos de imprenta, tomos y topografía finalmente llegué a topónimos donde me entero de que, en un Cuadro t4 --nombres de sus capitales y sus gentilicios-- está Ugadugú como la capital de Burkina Faso. ¡La pemequelepé! Depués, en mi pequeño Larousse Ilustrado me tomó como quince segundos encontrar que se llama Ougadougo, lo mismo que en inglés. En situaciones como esta me entran unas ganas bárbaras de ahogar o quemar el libro de marras. No lo hago porque desde changuito tengo casi un innato e innatural respeto por los libros. Sin embargo no me negaría a darle una patada en el culo a José Martinez de Sousa. Con todo respeto, por supuesto.
Hasta mas ver
Chafallo Viralata
* Me recuerda a Borges, que en su El idioma analítico ed John Wilkes nos cuenta que:
...el doctor Franz Kuhn atribuye a cierta enciclopedia china que se titula Emporio celestial de conocimientos benévolos. En sus remotas páginas está escrito que los animales se dividen en:
a. pertenecientes al Emperador
b. embalsamados
c. amaestrados
d. lechones
e. sirenas
f. fabulosos
g. perros sueltos
h. incluidos en esta clasificación
i. que se agitan como locos
j. innumerables
kl. dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello
l. etcétera
m. que acaban de romper el jarrón
n. que de lejos parecen moscas
(Chafa, mayo de 2006 en La taberna del Buda).
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