___________________________________________________________ Canal CONCIERTOS Irene Fernández

Próximo concierto en vivo "online": Sábado, 31 de mayo de 2014, desde la Almazara de Paulenca (Guadix), 22:00 h (hora peninsular) __________________________________________________________
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lunes, 21 de diciembre de 2009

Me quema y mi boca quiere florecer (IRENE)

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En julio de 2003 recibí una cinta de casete. Varias cintas de casete. Una de ellas, con la misma caligrafía exquisita de todas, rezaba: "Eduardo Falú".

Varios amigos me habían mencionado ese nombre, y todos, con su acento escrito me habían hecho llegar la misma consigna: "Vos tenés que escucharlo a Falú". Así que Picotto me lo presentó como su compadre, y Chafallo me mandó aquella caligrafía que empezaba a sonar desde sus artísticas y delicadas sílabas negras.

Con cierta inquietud y emoción metí esa cinta en el aparato y me volví a postrar en el teclado haciendo otras cosas. Pensé prestarle atención de fondo a lo que vendría camino de mi espalda, en el aire de aquí, lejano y granadino, repleto de zumbadoras cosas pendientes que debía hacer ese mediodía.

Antes, guardé para siempre con mucho respeto y casi sagrada devoción el papel acolchado en que habían viajado tan cuidados esos tesoros desde la clara Iowa City.

Lo que sonó unos segundos después fue lo primero que suena en este vídeo. En mi afán organizativo, yo etiqueté en mi corazón esa canción como "Tejedora belenista". Tiempo después averigüé que se llama "La catamarqueña" (M.J. Castilla; E. Falú). Sonó la virtud de una guitarra que me llevó inmediatamente a aquel empape de flamenco que viví unos meses en el Centro Andaluz de Flameco, en la gaditana Jerez de la Frontera. Melchor de Marchena se me vino al cogote y de sopetón. Veía el recuerdo de sus dedos mientras oía los primeros arpegios y acordes de Falú. Pero fue cuando él empezó a cantar cuando se me separó la ropa del cuerpo y me volví como un resorte a ver girar los pinchos de la cinta. Olvidé toda la urgencia que me tenía de espaldas a Falú. Aquella voz troncal y plañidera parecía nacer de una semilla vigorosa oculta en las entrañas de la mismísma tierra. No podía ponerle imagen a la cara del maestro, no podía averiguar si era joven o viejo, ni su estatura. Era una voz esencial. Una voz cántaro, roble, barrica de vino, bombo legüero. Era una voz de cosas primeras. De arado. Era la voz de la raíz de los árboles. El campo cantando en su rigor. Con Falú y con Marchena se me mezclaron adentro mis recuerdos de pueblo y de infancia, cuando las vacas parían terneros en mi presencia y yo veía al arado escribir sus coplas en la tierra con el fondo de la música callada que decían mis cerros intactos desde lejos.

La letra de "La catamarqueña" me alertó y me interesó el corazón. "La tierra por dentro, de tanto cantarla, me quema y mi boca quiere florecer". Esa era una imagen mía, y me llegaba desde lejos, llegada de más lejos, y había nacido antes que yo.

Cuando uno encuentra algo que lo identifica a uno, se siente hermano de inmediato. Y se siente protegido, como si lo que uno piensa hubiera encontrado cuna y regazo en otros. En aquel minuto se estableció un triángulo imborrable: Argentina, Iowa City y mi infancia andaluza se habían encontrado en el colibrí de los dedos de Falú y en su voz, y volaban y saltaban de un continente a otro, un instante como límpida golondrina y al siguiente como un potro desbocado de arcilla y sangre.

El recuerdo de este vínculo es un ciclo inevitable sobre el que tengo que escribir cada tanto. Porque esa voz y las manos que me la trajeron no las puedo olvidar, porque "por donde me vaya me sigue esta zamba y en su pañuelito florece el nogal".

lunes, 2 de noviembre de 2009

Malvaloca (IRENE)

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Hace catorce años me empapé de flamenco en una tierra extraña dentro de mi propia Andalucía. Jerez de la Frontera me dio los cuatro meses más inhóspitos de mi vida y, por otra parte, fue el lugar donde más intensamente viví la soledad, esa que llama siempre al interior, a lo que se siente detrás de la piel y delante del corazón, esa carne que no es piel y que no entra en contacto con nuestro amante, y no es corazón y no late por él, y que ni siendo una ni otro, sin embargo, nos estremece y nos empuja todo el cuerpo.

El Centro Andaluz de Flamenco, durante ese tiempo inquietante (por inseguro y sereno a la vez), fue el lugar donde me bebí mis propias borracheras sin ni siquiera tomar un caldo. El ambiente era de lo más desolador: un rascacielos en las dunas del desierto. Un tremendo espacio, rico en archivos, amplias salas de baile, de proyecciones, muebles lujosos y mal gestionado, con escasa asistencia de usuarios, donde sólo iba algún gitano que otro al que nunca atendían como la educación, el derecho y el respeto obligan.

Había revistas con entrevistas a personajes de leyenda: el Borrico de Jerez, Tía Anica la Piriñaca... las arrugas de los rostros de aquellas fotos se entreveraban y confundían con las arrugas del texto de sus respuestas. La filosofía de aquella gente de mandil y garrota merecía un lugar en la Historia del pensamiento. Y allí estaba yo, con hambre de pan y oportunidades. Y con muchas ideas, muchas, muchísimas ideas para analizar todo aquello y darle rumbo. Había cientos, miles de grabaciones, y dos salas con todos los requisitos técnicos del momento a disposición de cualquiera que los demandara... A disposición de tres, en realidad, incluida yo, tal era la pésima gestión y el escaso público. Y cientos también de películas de reuniones flamencas en peñas, en festivales, en bares, en casas. Lugares que se iban llenando de sudor de cantaores y del vapor de mi propio cuerpo temblando, esa carne... ya lo he dicho.

Allí decidí que el mejor cantaor que ha nacido fue Manolo Caracol, la mejor cantaora La Niña de los Peines, y el mejor tocaor Melchor de Marchena. Lo vi todo. Lo escuché casi todo. Leí buena parte de aquellas revistas, lo nuevo y lo viejo, y esas conclusiones fueron el resultado. Allí un día, en marzo, justo cuando la primavera rompe a parir, vi por primera vez los veinte minutos que anoche recuperé. Entré desde aquella sala en la propia casa de Manolo Caracol, y llegué justo al centro de su gravedad interpretativa. Cuando la carne nombrada se estremece y entonces se manifiesta, al cantaor se le pone cara de muerte viva; o de vida que hunde las manos en la muerte, y le arranca sangre caliente y fría, y la lleva hasta el mismo timbre, hasta el mismo quejío con el que se revoluciona y vuela. Allí entendí por qué dan ganas de romperse la camisa, y pude sentir una violencia apasionada que me hacía llorar por dentro de alegría y gravedad. Aquellos archivos fueron mi amante y mi dueño, el amigo que me veía volver, el que me obligaba con sus preguntas a ver las cosas desde otras perspectivas también mías. Fueron la sed que yo tenía. Y el manantial de mis necesidades.

Caracol ni siquiera tenía que empezar a cantar: su estampa que el tiempo deformó era el único motivo para que todo empezara a arder ("la yesca que es su sola presencia"). Los golpes a compás con el vaso sobre la mesa, y esos ojos que difícilmente se abrían mientras cantaba, la voz nacida en esa carne... Caracol cerraba los ojos y extendía corazón y pulgar tocándose las yemas, dejaba escapar solo un sonido, un ay incompleto, el segundo de voz con que se calienta el alma para arrancar momentos después con una palabra entera, y uno sabía que estaba oyendo algo imposible. El sonido en su grado más alto de la expresión. No era queja, era herida. No era pasión, era sangre.

Manolo Caracol no tenía que elegir una letra profunda: su propio modo de decirla era la hondura. Podría haber pronunciado en su cante las palabras "libreta", "formación", "arquitectura", "cuenta corriente", y entonces ellas hubieran adquirido una hondura imposible de otro modo.

A su lado, Melchor de Marchena --quien comparte con Juan Carlos Saravia, de Los Chalchaleros, el aspecto de comerciante y la capacidad sorpresiva de lo insólito-- recostaba su cabeza en la guitarra. Nunca en mi vida había visto unos dedos tocando tan lejos de las cuerdas ni una mano tan al aire y desprotegida, sin apoyos; y nunca una cara (y en ella claramente el corazón) tan cerca de las caderas cimbreñas del instrumento. Comparte también virtud con Falú: dedos en armas contra todas las fuerzas de la naturaleza. Dedos invisibles como alas de colibrí, y esa cara pegada como en un baile a la madera caliente y sonora. Parecían una pareja tocándose a la luz de una farola, desnudándose en medio de una ternura de abismo. La guitarra de Marchena era una mujer, estoy segura.

Yo quiero decirle una cosa:
se ha muerto mi morenita,
quiero contarte yo una cosa:
que por qué mi Virgencita
m'había quitao a mí a mi Rosa
que hasta muerta era bonita.

Malvaloca,
qué bien te pega ese nombre,
quién te puso Malvaloca,
Malva porque eres mu güena
loquita porque quieres tú a un hombre
y ese hombre quiere a otra.

(Fandangos)

(La taberna, 12 de febrero de 2006)
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domingo, 11 de octubre de 2009

Eduardo Falú habla de Mercedes Sosa (IRENE)

Tomado de "Todo Noticias, periodismo independiente", http://www.tn.com.ar.
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Héctor Alterio habla de Mercedes Sosa (IRENE)

Tomado de "Todo Noticias, periodismo independiente", http://www.tn.com.ar

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Mercedes Sosa, artistas y amigos la despiden (IRENE)

Tomado de "Todo Noticias, periodismo independiente", http://www.tn.com.ar.

Mercedes Sosa, Cantora (IRENE)

Aquí cuatro vídeos del programa "Sin estribos", agosto de 2009. Reportaje sobre la grabación de los discos Cantora I y Cantora II.

Para mi gusto sobra la Sole, y no entiendo el idioma León Gieco ni el idioma Fito Páez, pero me gusta ver ahí a Serrat, y es tremendo el afecto de Vicentico (¡cómo canta Vicentico!), Charly García y Caetano Veloso.

[Tomado de "Todo noticias, periodismo independiente": http://www.tn.com.ar/, y perdón por no cortar los cuasi dos minutos de publicidad del principio].












Mercedes Sosa, un paseo por su vida (IRENE)

Gracias, Negra (IRENE)

miércoles, 16 de julio de 2008

A los bosques yo me interno (CHAFA)


Este bailecito es de la autoría de mi tío Alberto Ruiz Lavadenz. En serio, no les miento.

Ahí va en su memoria:




¿En serio ese es el nombre del autor y en serio es tu tío? Pues yo en mi repertorio lo tengo como "Anónimo".


Pues sí, Mirene, éste y otros más. Si mal no recuerdo, «Quisiera un puñal» también. Alberto, un bohemio, era primo hermano de mi 'apá.

Zóbez señora, zóbez a tódoz.

A LOS BOSQUES
(Letra y música de Alberto Ruiz Lavadenz, Bolivia)

A los bosques yo me interno
a echar mis penas llorando,
y los bosques me contestan
lo que has hecho estás pagando,
y los bosques me contestan
lo que has hecho estás pagando.

Ay como quieres que tan pronto
olvide el mal que me has hecho,
de rato en rato me toco el pecho
la herida me duele más y más,
de rato en rato me toco el pecho
la herida me duele más y más.

En la distancia te quiero más,
en la distancia te adoro más,
perdonaría cualquier ofensa,
pero olvidarte jamás, jamás.


MI TÍA CAROLA Y EL ESCRIBIDOR (CHAFA)

«Una actriz que nació en el Territorio de Colonias»
Entre los pandinos ilustres hay que citar a Carola Cobo, nacida en 1909 en el Terriorio Nacional de Colonias que sólo en 1938 se llamó Pando. Esta actriz de teatro, bailarina y cantante dejó su hogar para seguir a su esposo, el compositor Alberto Ruiz Lavadenz, a La Paz. Aquí se quedó e hizo su carrera que tuvo momentosde gloria. (El Diario-La Paz)

Mi tía Carola, casada con mi tío Alberto, era una bohemia y un miembro casi permanente del elenco de la compañía de teatro de Raúl Salmón (célebre por ser el modelo para el "escribidor" de Vargas Llosa) (q.v.).


De vez en cuando, más o menos una vez al año, mi tía llegaba a mi valle con la compañía en «gira artística» y entraba a la casa como una tromba marina que olía a polvos faciales, con ondulantes trajes de colores de escotes desorbitados, y una risa cálida y roja de tabaco y lapiz labial o "rouge" que le decían en esos tiempos. ¡Qué cosas, che!


LA TÍA JULIA Y EL ESCRIBIDOR

Es, ante todo, un libro divertidísimo, fuertemente autobiográfico pero al mismo tiempo imaginativo hasta la carcajada. El personaje central, "Marito" o "Varguitas", un joven "medio intelectual" con problemas familiares, se educa para ser hombre y escritor en la Lima neblinosa y casi inocente de los años cincuenta. ... en La tía Julia... entronca con los grandes clásicos de la picaresca y de la sátira al aprender a tomárselo a sí mismo. Pero, como suele ocurrir en las grandes comedias, detrás de la insigne y finalmente enloquecida huachafería del escribidor Pedro Camacho --autor de radioteatros y personaje clave en la novela-- se evidencia una reflexiva indagación sobre la literatura, sus parámetros, su obsesividad y su sentido. Mientras el delirante escribidor va desordenando el mundo, el joven Varguitas, envuelto en un apasionado romance, intenta ordenar el suyo [...]. (PEISA)


[...] Es la historia de los tiempos más difíciles en la vida de Mario, y éste se nos muestra a menudo como una persona difícil en lo personal en desmedro de su vocación. Sin embargo, Julia tampoco se nos revela como una mártir. Además, contiene declaraciones del "verdadero" Pedro Camacho, Raúl Salmón, quien alguna vez declaró "Vargas Llosa trabajaba en Radio Central o Panamericana, no recuerdo bien. Pero creo que éramos buenos amigos ." (Caretas 529).

Raúl Salmón, en los años 70. Entonces era alcalde de una ciudad en Bolivia. FOTO: Caretas.

(Chafa, 22 de abril de 2008)

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domingo, 13 de julio de 2008

Y a la mano con puñal (IRENE)


La voz de Mercedes Sosa me parece excepcional por su capacidad para expresar. Tiene el sabor de una rebanada de pan antiguo con aceite y azúcar. Consistente y agrícola como néctar de olivo, dulce a la vez. Pan con aceite y azúcar. Alimento esencial. Sabor fuerte y de almíbar. Considero que no tiene mucho más comentario porque en el magnífico poema de María Elena Walsh y en la voz mentada está todo. Colacho es ahí fundamental con su dúo, y la guitarra, claro, siempre la guitarra en pos de la voz de la Negra Sosa. Su sombra.


COMO LA CIGARRA

María Elena Walsh

Tantas veces me mataron,
tantas veces me morí,
sin embargo estoy aquí resucitando;
gracias doy a la desgracia
y a la mano con puñal
porque me mató tan mal,
y seguí cantando.

Cantando al sol como la cigarra
después de un año bajo la tierra
igual que sobreviviente
que vuelve de la guerra.


Tantas veces me borraron,
tantas desaparecí,
a mi propio entierro fui sola y llorando;
hice un nudo en el pañuelo
pero me olvidé después
que no era la única vez
y seguí cantando.

Cantando al sol como la cigarra
después de un año bajo la tierra
igual que sobreviviente
que vuelve de la guerra.

Tantas veces te mataron,
tantas resucitarás,
cuántas noches pasarás desesperando,
y a la hora del naufragio
y la de la oscuridad
alguien te rescatará
para ir cantando.

Cantando al sol como la cigarra
después de un año bajo la tierra
igual que sobreviviente
que vuelve de la guerra.






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domingo, 6 de abril de 2008

Por qué será que parece (IRENE)


Por qué será que parece
que voy donde va tu sombra,
que rama que el viento mece
florece cuando te nombra [...].

Por qué será que parece
que se ensanchan mis graneros,
que tu amor en mi alma crece
que hay más luz en mis senderos [...].



Encontré esto en Youtube, y a mí me parece una curiosidad. Quiero decir que no me esperaba a Eduardo Falú cantando con Alberto Cortez, y menos así, tan mano a mano. Agradecida estoy a este tal Ricardo Morino, que lo ha puesto a disposición de las casualidades para que una de ellas me encuentre a mí.

El Maestro siempre sorprende, y esta conjunción de los dos que cantan me sorprende muy gratamente. Valles y Portal, para mi gusto, pusieron una música preciosa a estos versos de Buenaventura Luna.

La interpretación de Falú y Cortez me gusta mucho también: dos timbres de voz de hombre cantándose tan cerca, en esa yunta de voces bien templadas para la siembra. Incluso en esa complicidad cuando el Maestro se equivoca en la letra y ambos se sonríen.

Por aquí la dejo y la difundo, por si también os sorprende y os gusta.





POR QUÉ SERÁ QUE PARECE (Canción)
(Buenaventura Luna; Óscar Valles y Fernando Portal)

Por qué será que parece
que voy donde va tu sombra,
que rama que el viento mece
florece cuando te nombra.
Rubia, dorada, que no morena;
lluvia bendita sobre mi pena.

Con esta luna que crece
nos vamos para la villa,
ya vamos llegando a trece
y tu amor fue la semilla.
Madre dorada de mis changuitos
tiernos, y como yo morenitos.

Calladita, chinitita,
alivio de toda pena;
madrecita rubiecita
mejor que la yerbabuena.

Por qué será que parece
que se ensanchan mis graneros,
que tu amor en mi alma crece,
que hay más luz en mis senderos.
Lluvia bendita sobre mi siembra,
rubia, bendita porque sos hembra.

Por qué será que parece
que nos mira todo Huaco,
también la majada crece
y está más viejo el huanaco.
¡Tierra… dichoso del que te siembra!
¡Sierra… bendita porque sos hembra!

Calladita, chinitita,
alivio de toda pena;
madrecita rubiecita
mejor que la yerbabuena.

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El cielo y nada más (CHAFA)

Busco al fondo de la calle
un cerro
pero encuentro el cielo
y nada más.


(Falú y Dávalos; La nostalgiosa)



Esta mañana remoloneando un poco y otro poco preparando un estofado de esos que a veces tienen sabor a gloria y siempre alma de labrador, es decir de esos “que agarran” (lo estoy haciendo en el crock pot; cebollas, ajos, apio, un poco de sanagorias, unos porotos blancos, arvejas, carne de vaca en abundancia, una lata de tomates, un buen chorro de vino tinto, una hoja de laurel, pimienta, sal, en fin… the works) me demoré en salir pa'l laburo. La cosa es que cuando entré a la autopista ya estaba clareando el alba, y con el claror del alba y el espacio abierto de la carretera me di cuenta de que en el horizonte sólo se veían las ramas sin hojas de los árboles y, encima de las ramas, un cielo “que tenía el color rosado de la encía de los leopardos” (Borges dixit en Las ruinas circulares). Y después nada más o, más bien, el infinito; ni Cuesta ‘e Sama ni Loma de San Juan ni Cerro de San Bernardo y, de pronto, me dieron ganas de sujetarme en el asiento del coche pues sentí que, si no me cuidaba, me iba a caer al cielo, al vacío, al éter y, al final, a la nada.

Ahora, esto de no tener cerros no es una cosa nueva pa’ quien, como yo, vive en el Midwest de Lesetasuní por 35 años y durante 30 de esos 35 en Iowa* pero, en general y ya sea en Iowa o en Illinois, uno sabe que no es cosa de andar todos los días con la boca abierta y mirando el horizonte pues, entre otras diligencias y menesteres, uno tiene que trabajar pa' ganarse los fideos o el estofado de marras. Por otra parte, la ciudad y el Sheraton, los multiplexes y el Edificio del Hoden Comprehensive Oncology Center de los U of I Hospitals y los estacionamientos verticales, otras estructuras y afanes, no le dan a uno la oportunidad de percatarse de que uno, por acá, aunque vive rodeado de hormigón armado, asfalto y vidrio, también y ahí nomá cerca de “Pompeya y mas allá la inundación”, vive sin cerros centinelas o protectores. En todo caso, me dio no sé qué esta mañana, de pronto, darme cuenta de que estaba cósmicamente en pelotas y al borde irremediable de un horizonte de nunca acabar.

Hablando de decires de Borges, Georgie, en una de sus conferencias por acá en la Universidad, allá por el año 84 u 85, dijo que el paisaje de Iowa le recordaba mucho al de la Argentina. No sé dónde andaría Borges por Iowa ni dónde fue que sus pupilas reflejaron el paisaje argentino, pero yo --que conozco los dos de memoria y corazón-- no estoy de acuerdo para nada. A lo mejor Borges lo dijo de chupamedias nomá, o a lo mejor se confundió con el paisaje del estado de Kansas, que por sus trigales, a veces y por tramos, y si uno le pone voluntad y añade los ombuses omnipresentes y los chajases eventuales del Sur (ombúes y chajáes pa' los exquisitos), se parece un poco a la provincia de Buenos Aires y sus alrededores.

Bueh... eso es todo por el momento. Condiós y hasta más ver, aparceros. Y a aquellos que viven en las faldas de los cerros, ancestrales o no, les aconsejo aprecien la danza de las nubes, la recóndita intimada de los helechos y la oculta frescura de las vertientes, pues como decía don Ata (ya que empecé con un epígrafe de zambita vale la pena que la acabe con el colofón de otrita):



"Tú que puedes vuélveteme me dijo el río llorando, los cerros que tanto quieres, me dijo, allá te están esperando”.

(Chafallo, 1 de diciembre de 2005).

El jazmín (CHAFA)


¡Azahar de blanco jazmín
que aromas el patio del viejo jardín;
un beso de luna me espera en los valles:
mi rancho, mi madre, todo mi sentir!


(Volveré; El Chango Rodríguez)


Patio, cielo encauzado.
El patio es el declive por el cual se derrama el cielo en la casa.
Serena,
la eternidad espera en la encrucijada de estrellas.
Grato es vivir en la amistad oscura
de un zaguán, de una parra y de un aljibe.

(Un patio; J.L. Borges)



¡Qué lindo Zena, qué lindo!


El jazmín chino que en mi casa también se llamaba jazmín de arroz, se derramaba desde la galería del segundo piso y, como traje de novia con amatistas de abejas y lapislázuli de libélulas, caía perfumando la tarde por la esquina sudoeste de mi patio. A su lado había un árbol de jazmín paraguayo con dos loros barranqueros y guarangos y, un poquito mas allá, trepando cerca de la reja de mi ventana hacia el cielo, triunfaba como una princesa la glicina color cielo. Había limoneros y naranjos rodeados por arcos enjalbegados a cuyas columnas se abrazaban, lujuriantes y sensuales, los locotos y, ¡Ave María Purísima... qué de macetas con geranios, qué de albahacas!..., ¡si parece mentira haber aprendido a andar y haber crecido entre tanta maravilla!, de verdad, ahora me parece increíble. Si algo de bueno y noble hay en mí, me viene en gran parte del patio de mis años mozos, y sus días de vino y rosas... Gracias, Zenísima, por los jazmines y las memorias.

(Chafallo, martes, 17 de mayo de 2005).

[Creo que el que canta se llama Pedro Saavedra]



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domingo, 23 de marzo de 2008

Zamba, ya no me dejes (IRENE)





Zamba, ya no me dejes:
yo sin tu canto no vivo más.

La verdad es que hay cosas que no se pueden explicar: se cuentan y con eso tiene uno que andar andando. Yo no sé qué mecanismos determinan que uno genere una química específica que es la justa química que coincide con la que está generando en el mismo momento la gente que te ve cantar. Para mí es un misterio. Es un misterio porque no siempre ocurre, a pesar de que uno siempre se pone frente al escaso público con las mismas herramientas: músicos que tiran de su virtud más que de horas de ensayo, una voz, un poncho que adorna y abriga el alma y los recuerdos, un sombrero, los gestos, las manos y, por supuesto, las canciones. Pero todas esas herramientas, invariables, no conducen siempre a lo mismo.

Anoche acabé con un nudo en la garganta cuando empecé a cantar esos dos versos que no pude terminar, porque la voz se me fue subiendo a los ojos, y ahí se me hizo zumo de almíbar caliente que me cristalizó en la retina las caras de la gente. El público llevaba cantando conmigo tres canciones, las tres últimas. Atento, dispuesto, sonriente. Se les veía estar a cada uno consigo mismo, y conmigo a la vez, totalmente implicados.

Puede que el de anoche haya sido mi mejor concierto. Pequeñito, casi escondido en este rincón escondido del mundo.

Y luego la gente se te acerca. Hombres, mujeres. Te besan, te dicen "guapa", y te confiesan que creían haber perdido la capacidad de estremecerse. Gente con sus abulias y sus miserias, que no recuerdan cuándo fue la última vez que el vello se les fue con la luna. Y te dicen que hacía tiempo que no tenían sensaciones, que hacía tiempo que la música ya no les alteraba el alma, que lo han vivido todo... Y ahí estás tú, debajo de tu sombrero, intentando recuperarte de lo que brilla en tus ojos, oyendo que eres tú la que los ha devuelto por un momento a vivir intensamente.

Todo esto es un misterio; zamba, ya no me dejes.

(Irene, 23 de febrero de 2008)

martes, 4 de marzo de 2008

La huarmillita (CHAFA)

LA HUARMILLITA - Bailecito
(Letra: Jaime Dávalos; Música: Eduardo Falú)





Dónde andará mi chura, por esa puna, sola, solita,
con la pollera al viento, tras la majada, carihuarmita.

Voy enterando el año, bajé al ingenio pa la cosecha,
ojalá no se canse, tanto aguaitarme hasta que vuelva.

Para que no la olvide
me dio su anillo de filigrana,
le dejé de recuerdo

mi poncho puyo sobre la cama.
Tra la la laira, la la la laira,
le dejé de recuerdo

mi poncho puyo sobre la cama.

Si me parece verla, cuando me duermo, pelando caña,
pegadita a mi sombra con su apariencia que me acompaña.

Ay, achalay mi chura, tan querendona, tan alhajita,
llevo en el pensamiento grabada a fuego su figurita.


Para que no la olvide
me dio su anillo de filigrana,
le dejé de recuerdo
mi poncho puyo sobre la cama.

Tra la la laira, la la la laira,
le dejé de recuerdo
mi poncho puyo sobre la cama.




Chura. Bonita, linda, agradable, simpatica y todos los motices correspondientes. En Tarija se usa muchísimoy la palabra se ha hecho casi emblematica pr allí

Carihuarmita. Dificil de traducir pero una bella combinación propia del quechua cari = hombre huarmi = mujer. Carihuarmi quiere decir algo así como esposa o consorte, mujer del hombre.

Voy enterando el año… Enterar por completar. En la zafra enterar un año es terminar la labor anual que es de temporada. Después de enterar el año se puede volver a la querencia por un tiempito.

Aguaitarme. Aguaitar, esperar;

aguaitar.(Del cat. guaita, vigía, centinela).
1. tr. Cuidar, guardar.
2. tr. Acechar, aguardar cautelosamente.
3. tr. Mirar, ver.
4. tr. Atisbar, espiar.
5. tr. Am. Aguardar, esperar.

MORF. conjug. c. bailar.

Puyo. Phullu (s.) Cobija, cobertor. Pelo, vello, plumón.
También se pronuncia pullu o pullo. Es quechua

Achalay. Expresion de alegria, gozo osorpresa. Es quechua

Alhaja. (Del ár. hisp. alḥáǧa, y este del ár. clás. ḥāǧah, cosa necesaria o valiosa).1. f. joya (‖ adorno).
2. f. Adorno o mueble precioso.
3. f. Cosa de mucho valor y estima.
4. f. coloq. Persona o animal de excelentes cualidades. U. m. en sent. irón.
5. f. ant. caudal (‖ hacienda).
6. adj. Bol. y Ec. Bonito, agradable.

buena ~.
1. f. irón. Persona pícara, viciosa, o astuta, avisada y traviesa.

(Chafa, 21 de febrero de 2008, en "La taberna del Buda")