
Por eso ahora no soy capaz de distinguir si soy yo la que está hundida e


Si doy otra vez las gracias, me quedo cortísima. Y también he de advertir que sé que no está bien hablar y atraer la atención así hacia uno, pero hubiera reventado si no me hubiera venido a esta taberna a contaros lo que se me está enraizando en el corazón desde ayer. Y ya para siempre el cielo azul del jacarandá, los ceibos y aromos, los sauces, la pampa amarga del mar, la sangre y el oro vegetales, el pecho herido del río, el pozo de Falú, los pajarillos de Ariel saltando su baile en el piano, Los Fronterizos con el molde de su voz del pueblo, todo sembrado en mis venas me florecerá en cualquier momento, cuando menos me lo espere, desde hoy hasta que me traguen la tierra y sus semillas. (Irene, 15 de noviembre de 2003, en "La taberna del Buda").
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