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domingo, 6 de abril de 2008

El imperativo, rogad por él (IRENE-CHAFA)

Estaba viendo con un poco más de detenimiento ese artículo que he mandado a la taberna sobre los préstamos de pago en las bibliotecas. Otra de tantas cosas de este mundo que merecen observación y discusión. Pero me he percatado después de la última frase. Dice así: "Pasarlo a vuestras listas de correo para correr la voz. Por el placer de la lectura."

Bien. A lo que voy es al imperativo, que ya no está, que se está perdiendo. En Andalucía nos es bastante difícil pronunciarlo del todo: comed la fruta, apagadme la luz, pasadlo a vuestras listas de correo ... Esa "d" es jodidilla para los que hemos mamado las terminaciones abiertas, sin demasiada distinción entre unas y otras. Pero no pronunciamos lo mismo una "d" final que una "s" final. Es decir, no pronunciamos ninguna, pero hay una sutil diferencia en la abertura de nuestra boca. La "s" final es la que más nos hace abrirla aunque no emitamos ni un trozo de fleco de fonema de la ese de marras.

Sin embargo, hay una enorme diferencia entre una "s" o una "d" de final de sílaba y una "r" de final de sílaba. La "r" final sí la pronunciamos; levemente, pero la pronunciamos. En el peor de los casos, la sustituimos por una ele, como hacía a veces mi padre y siempre hacen mis tíos Pepe, Paco, Manuel... "niños, venih a comeL" (de paso, esa "h" de "venih" no es una ere sino una "d", como debe ser).

Pero esto ya sólo lo hacen mis tíos: incluso aquí, en esta tierra de pronunciación visionaria pero de estructura gramatical intachable, en esta tierra de la perfección escondida, tapada con jaleos y achalays, embrutecida a conciecia con vino y arado, oculta por pudor, en esta tierra lucidora de lo rudo el imperativo nos dice adiós desde un débil aliento que sale de las bocas de los menores de 50, justamente ahora que estamos dejando de ser la España profunda para ir viniéndonos abajo, justamente ahora que prosperamos, justamente ahora y a la vez, nuestro famoso lenguaje perfecto en su estructura se está yendo por la esquina del campo. Y no hay más imperativo, ni siquiera aquí, donde nunca cuajaron los laísmos ni los reflexivos extraños ("no irse", dicen en Sevilla), donde los sufijos atendían a sus merecidas variantes (no es lo mismo ser vergonzudo que vergonzoso, esta mañana lo discutía con mis compañeros de trabajo, en el desayuno), donde había tantas sutilezas como nuestro gallardo idioma nos permite, aquí se me ha muerto también el imperativo, como del rayo y Ramón Sijé. "Haced los deberes" ya no se oye, ahora se escucha "hacer los deberes", los propios maestros lo dicen así, en infinitivo al más puro estilo de doblaje far west.

Se nos ha muerto, rogad por él. Tal vez éste sea el único verbo en el que vive: paradójicamente, el verbo que anuncia en las esquelas que nosotros nos hemos muerto. Nos está esperando allí.

(Irene, 3 de octubre de 2007).


"LOS QUE QUIERAN PRENDANSE" (CHAFA)

Parte de esta agonía debe ser el hecho de que ustedes, los de la España profunda, usan el vosotros; pasadlo, escribid; prendeos. En América, aunque sí se lee (más que oírse) ese infinitivo (ej: "Favor escribir su nombre y apellido", detestable), es más frecuente "Pásenlo a sus amigos; escriban su nombre completo; los que quieran prendansen*; digan la verdad, etc.". Tanto, claro está, para ustedes formal como para ustedes informal, oséase vuestro vosotros.

* Este es un juego o era un juego de chicos donde, corriendo y tomados de la mano, los changuitos hacían una hilera o sarta e invitaban a más participantes cantando "los que quieran prendansen" y otros chicos se iban prendiendo y prendiendo hasta que había una docena o más en la hilera y el último era el que pagaba el pato o era el pato de la boda porque la hilera, corriendo, hacía una curva cerrada y el último, las más de las veces --por esa ley física que no me acuerdo cómo se llama-- salía disparado como un escupitajo y se depellejaba los rodillas y amolaba los codos y la dignidad. No recuerdo cuál era el objeto de este juego pero me imagino que sería el resistir el chicotazo y permanecer unido a la hilera de pie y más o menos y aparentemente incólume aunque fuera con el hombro luxado y candidato a la antiflogistina materna.

(Chafallo, 4 de octubre de 2007)


EL LÁTIGO (IRENE)


¡Ja!: ¡eso era el látigo! Yo era experta en ser la última. Como era la más chica, la más enclenque, la más endeble y la que menos pesaba, y además me daba igual, unas veces porque me gustaba que la pandilla se riera, otras porque era mi sitio adjudicado, yo siempre era la última, la que salía volando. La Mula era la primera, y después Fuensanta, Inés, Che, Nuria... diez o doce, efectivamente, Irene la última. Yo volaba en eso y cuando me peleaba con Javi el rubio, que era un mastodonte carne de reformatorio, rubio de bote pero rubio natural, cara cuadrada, cero en Geografía, cero en Matemáticas, cero en todo, brazos abiertos y puños siempre cerrados. Y a mí sabía cabrearme, me iba para él, a su pecho y su barriga a dar infructuosos puñetazos, y entonces era cuando volaba. Pero en el látigo era cuando más. Aprendí a caerme porque casi siempre me caía. Ya no me duele, y ahora lo recuerdo entre risas. Era eso, el látigo. Qué increíble, ¿cómo puede ser todo tan parecido?

(Irene, 4 de octubre de 2007)

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