___________________________________________________________ Canal CONCIERTOS Irene Fernández

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sábado, 15 de noviembre de 2008

Caninofilo (CHAFA)

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Inmediatemente detrás y en los talones de ese ornamentado sacerdote o lo que fuera, se ve un perro kala mexicano, o sea un «xoloitzcuintli».

A propósito, reitero un viejo mensaje mío y caninofilo:

La Berta, de y en mi familia, aunque real, era un personaje casi mitológico. De su bondad, de su apostura, de su nobleza e inteligencia, yo sabía sólo de oídas, por tradición, como se sabe de muchos héroes y heroínas y, como muchos héroes y heroínas, las anécdotas de sus hazañas se transmitían de generación a generación. Bertita –me aseguraban los abuelos y los tíos mayores— en una ocasión había salvado a Jeromo, un hijo del mayordomo Andrés y amigo y compinche de mis tíos, que hacía las veces de propio* de la familia, de las corrientes del Pilcomayo y de una muerte segura. Había un daguerrotipo de Jeromo, hirsuto, con las chascas pa' arriba como carpincho y quemado por el sol y casi encandilado por la cámara, que dicen que había sido hecho para celebrar ese incidente. Pero de Berta sólo quedaban palabras e historias y recuerdos. Una de las más meritorias, según el consenso familiar, era que la Berta había sido la madre de Tom. Tom era legendario también, pero a Tom yo lo había visto en una o dos fotos palidecidas y amarillas por la nostalgia del tiempo; en una de ellas él estaba sentado, con la cabeza y la mirada vuelta al lente de la cámara, mirándonos mirarlo y dando la mano a mi tío, el coronel, en uniforme de cadete entonces, antes de partir para el Chaco. Tom había sido el amigo infaltable en las correrías de los veranos de la hacienda, el compañero presente en las idas y las venidas de la escuela, a veces hasta llevando, decían, los libros y los útiles escolares de dos o más de mis tíos, y Tom era también el compadre imprescindible en las cacerías de urpilas y torcazas y conejos en el invierno seco y polvoriento de mis pagos. De ahí que, cuando don Arturo Leví, dueño de la Zenta, me regaló uno de sus cachorros, ya había en mi casa y mi familia una larga tradición de apego y admiración por la dinastía y la raza del "pastor alemán". Le puse el nombre de "Ursus", que era el de un gladiador cristiano de la película ¿Quo vadis? o El manto sagrado, no me acuerdo cuál. Años después "Robin" (estúpido darle un nombre de pájaro tan indefenso y pequeño a un perro pastor alemán, pero Robin era el del compañero de Bat Man, qué querés que te diga) vino a remplazar a "Ursus". Estos eran los pocos perros de raza en mis pagos. En esos tiempos la abundancia de perros callejeros y de los otros estaba formada en su gran mayoría por perros "chocos". Había otra raza, proletaria o por lo menos miembros del lumpen, que no sé por qué razón o convención, estos perros sólo eran cuidados y cobijados en las casa de la gente humilde: los perros "kalas" que aquí se llaman "hairless'" y son perrillos horribles, los pobres, que parecen una cruza entre un cetáceo y una rata, de piel gris, sin pelos, con la excepción de los que tienen en la punta de cola y las cejas que son tupidas. Y una última sub raza en la población canina de mis pagos era una raza media indefinida pero definitivamente no de chocos, que era la de un perro más bien pequeño y lanudo parecido al Batuque de las tiras de "Billiken". Ésa era la raza de uno de los perros de la profesora de música de mi hermana, que era más aficionada a los gatos. No había más allá y entonces. Sin embargo, como aquí y ahora, me imagino que ahora y allá hay una proliferación de perros de razas y casta, pero mi afecto y recuerdo siempre se va primero a "Robin" y a "Ursus" y los innumerables perros chocos que fueron mis compañeros ocasionales de horas a las orillas y en la aguas de mi río natal o días felices y lejanos en la hacienda de mi valle andaluz, bañado de luz y ebrio de colores. A un choco grande, medio overo y noble, "Correcampos", recuerdo especialmente con afecto. Era el perro de Andrés, el mayordomo de la hacienda y corregidor del cantón. Correcampos y yo una vez matamos una víbora enorme y venenosa a la orilla de una quebrada de arcilla y helechos fraganciosos; me temo que con el apuro y el miedo, en esos días o ese instante maté también un pedazo grande de mi inocencia feliz.

Y bézoz, ¿eh?

*propio, pia. (De proprio).

9. m. Persona que expresamente se envía de un punto a otro con carta o recado.

«La cuestión es conciliar las opciones entre un perro hipo alergénico (los hay de pedigree) y un perro de la perrera o refugio, que es lo que yo preferiría. Pero allá (en la perrera) la mayoría son mestizos o mezclados, como yo (mutts, like me)».
-- Barack Obama.

(Chafallo, 12 de noviembre de 2008)
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