Hoy Los Trova me han distraído de Cosquín, y no sé si podré volver en varios días. Voy a atreverme a escribir y sé que luego me va a dar vergüenza verme aquí, extensa, extenuada, tan vulnerable y cursi como asomo después de haber pasado por la mano de almirez que han sido los versos de Tejada Gómez para mí todo el día. Pero tengo que escribirlo donde me entiendan, y no hay otro lugar sino este, el bendito sitio adonde me vine a asomar y me raptasteis sin que yo pudiera reaccionar.
Tal vez es un destrozo esto que sigue, pero no puedo traerlo todo, no me cabe en las sensaciones. Llegué muy despacio a estos versos. Y me fui anocheciendo despacio, amaneciendo despacio, igual que el día le entra a la noche, lo mismo que le responde la noche al día.
Empecé antes, pero traigo los primeros aquellos versos que ya me habían cazado estos días, esa metáfora, esa imagen de la siembra al voleo:
Yo debo andar cielo y tierra
igual que siembra al voleo.
Seguí viendo un quebracho abuelo, rejuntador de pájaros en el vigor de la tierra:
Abuelo de antigua luna
patria boreal de los pájaros
desde el vigor de la tierra
alza su sombra el quebracho.
Y después la sonoridad que tienen estas palabras. Hice el ejercicio. Lo paré todo. Las pronuncié. Ellas solas cantaron:
El duende de la madera
duerme un sueño milenario,
un siglo de viento verde
en donde canta el verano.
Y llegué hasta aquí. ¿Qué puedo hacer con esto?, ¿dónde lo pongo?, ¿dónde meto al Chaco, a la luna, floreciendo juntos en la madera instrumental cuando canto?:
Esta guitarra que toco
no olvida su entraña de árbol,
su raíz de Chaco y de luna
florece cuando yo canto.
Zamba de monte y hacha. ¡La voz de Gómez, por Dios!, y estos versos, claro:
en la fogata de los hacheros
quema recuerdos la soledad.
La Juana es como mi sombra. Y la voz de Gómez tiene su sombra en la de los muchachos, que la siguen. ¡Velay, mi Juana! siempre le digo, ¡tan tierno que se lo dice!
La Juana es como mi sombra
anda siempre 'detrás mío'
si la muerte me da alcance
se la ha de llevar conmigo
¡Velay, mi Juana! siempre le digo.
¿Y esto?, ¡la ruda paz!:
El mate de mano en mano
junta silencio en la ruda paz.
Y de pronto la alegría del corazón carpero. Me recuerda los versos de Ovalle a Dávalos: “Qué alegre, cumpa, qué alegre te siento cantar en mí”. Aunque la repentina alegría se ensombrece con el contenido de los versos:
Traigo un corazón carpero
desde el rigor de la zafra
y el oficio del machete
relampagueando en el alba.
Díganme si no es amarga
la dulzura de la caña.[…]
No hay año que no lo vean
regresar con su majada
llena la alforja de sueños
y al final vuelve sin nada.
Díganme si no es amarga
la dulzura de la caña.
El junco de su pollera pasó cantando en mi sangre. ¿A qué afortunada mujer le dijo esto Tejada Gómez?, ¿a quién se lo diría Pedro Changa?, ¡el junco de su pollera! El junco, ¿lo veis?, el junco cimbreño y fresco, bailaor, cantaor en su sangre, ¡ole!:
La vide venir cuerpeando
al aire azul de la tarde
y el junco de su pollera
pasó cantando en mi sangre.
¡El pecho de los álamos!, qué cosa tan imaginativa:
Esta mañana tenía
fresco rocío al costado
le parpadeaba la luz
sobre el pecho de los álamos.
Pero Pehuajó viene entero. Pehuajó es sagrado. No puedo tocar ni un espacio. Me emociona hasta el latido de su “tucutum tucutum, tucutum tucutum”, que resume para mí en percutora metáfora este día de hoy y toda esta expectoración con que os aporreo. Tucutum tucutum. Ahí está todo. Es un latido doble. Si hay alguien que no haya puesto todavía sus ojos en absolutamente todas estas palabras, puede que ahora sea un buen momento para caminarse esta huella. Ni siquiera retinto un verso: no tendría sentido retintarlo todo.
Anduve por Pehuajó
para el tiempo de la trilla
cuando el cielo era un incendio
sobre la luz y sin orilla.
Vi morir los girasoles
bajo un ocaso muy lento
y en tus ojos ese azul
que tiene el mar a lo lejos.
Te vi venir del galpón
ceñida la luz de enero
y toda la pampa gringa
era un trigal en tu pelo.
Nunca sabré qué te dije
detrás del molino viejo
pero es que en el corazón
me hacía bulla el silencio.
Nunca olvido a Pehuajó
cuando el cielo era un incendio.
Llegué buscando trabajo
y me llevé tu recuerdo.
Después de esto, después del molino viejo, detrás de él, la urgencia del silencio y no sabemos qué más… no puedo seguir. Mi corazón tiene un nuevo estilo. La sangre me recorre dos veces por latido en Pehuajó. Es un recorrido doble. Es un latido doble.
Y ahí os dejo todo esto. No tiene por qué ser verdad.
(Irene, en el Foro del Folklore Argentino, 30 de enero de 2010).
Tal vez es un destrozo esto que sigue, pero no puedo traerlo todo, no me cabe en las sensaciones. Llegué muy despacio a estos versos. Y me fui anocheciendo despacio, amaneciendo despacio, igual que el día le entra a la noche, lo mismo que le responde la noche al día.
Empecé antes, pero traigo los primeros aquellos versos que ya me habían cazado estos días, esa metáfora, esa imagen de la siembra al voleo:
Yo debo andar cielo y tierra
igual que siembra al voleo.
Seguí viendo un quebracho abuelo, rejuntador de pájaros en el vigor de la tierra:
Abuelo de antigua luna
patria boreal de los pájaros
desde el vigor de la tierra
alza su sombra el quebracho.
Y después la sonoridad que tienen estas palabras. Hice el ejercicio. Lo paré todo. Las pronuncié. Ellas solas cantaron:
El duende de la madera
duerme un sueño milenario,
un siglo de viento verde
en donde canta el verano.
Y llegué hasta aquí. ¿Qué puedo hacer con esto?, ¿dónde lo pongo?, ¿dónde meto al Chaco, a la luna, floreciendo juntos en la madera instrumental cuando canto?:
Esta guitarra que toco
no olvida su entraña de árbol,
su raíz de Chaco y de luna
florece cuando yo canto.
Zamba de monte y hacha. ¡La voz de Gómez, por Dios!, y estos versos, claro:
en la fogata de los hacheros
quema recuerdos la soledad.
La Juana es como mi sombra. Y la voz de Gómez tiene su sombra en la de los muchachos, que la siguen. ¡Velay, mi Juana! siempre le digo, ¡tan tierno que se lo dice!
La Juana es como mi sombra
anda siempre 'detrás mío'
si la muerte me da alcance
se la ha de llevar conmigo
¡Velay, mi Juana! siempre le digo.
¿Y esto?, ¡la ruda paz!:
El mate de mano en mano
junta silencio en la ruda paz.
Y de pronto la alegría del corazón carpero. Me recuerda los versos de Ovalle a Dávalos: “Qué alegre, cumpa, qué alegre te siento cantar en mí”. Aunque la repentina alegría se ensombrece con el contenido de los versos:
Traigo un corazón carpero
desde el rigor de la zafra
y el oficio del machete
relampagueando en el alba.
Díganme si no es amarga
la dulzura de la caña.[…]
No hay año que no lo vean
regresar con su majada
llena la alforja de sueños
y al final vuelve sin nada.
Díganme si no es amarga
la dulzura de la caña.
El junco de su pollera pasó cantando en mi sangre. ¿A qué afortunada mujer le dijo esto Tejada Gómez?, ¿a quién se lo diría Pedro Changa?, ¡el junco de su pollera! El junco, ¿lo veis?, el junco cimbreño y fresco, bailaor, cantaor en su sangre, ¡ole!:
La vide venir cuerpeando
al aire azul de la tarde
y el junco de su pollera
pasó cantando en mi sangre.
¡El pecho de los álamos!, qué cosa tan imaginativa:
Esta mañana tenía
fresco rocío al costado
le parpadeaba la luz
sobre el pecho de los álamos.
Pero Pehuajó viene entero. Pehuajó es sagrado. No puedo tocar ni un espacio. Me emociona hasta el latido de su “tucutum tucutum, tucutum tucutum”, que resume para mí en percutora metáfora este día de hoy y toda esta expectoración con que os aporreo. Tucutum tucutum. Ahí está todo. Es un latido doble. Si hay alguien que no haya puesto todavía sus ojos en absolutamente todas estas palabras, puede que ahora sea un buen momento para caminarse esta huella. Ni siquiera retinto un verso: no tendría sentido retintarlo todo.
Anduve por Pehuajó
para el tiempo de la trilla
cuando el cielo era un incendio
sobre la luz y sin orilla.
Vi morir los girasoles
bajo un ocaso muy lento
y en tus ojos ese azul
que tiene el mar a lo lejos.
Te vi venir del galpón
ceñida la luz de enero
y toda la pampa gringa
era un trigal en tu pelo.
Nunca sabré qué te dije
detrás del molino viejo
pero es que en el corazón
me hacía bulla el silencio.
Nunca olvido a Pehuajó
cuando el cielo era un incendio.
Llegué buscando trabajo
y me llevé tu recuerdo.
Después de esto, después del molino viejo, detrás de él, la urgencia del silencio y no sabemos qué más… no puedo seguir. Mi corazón tiene un nuevo estilo. La sangre me recorre dos veces por latido en Pehuajó. Es un recorrido doble. Es un latido doble.
Y ahí os dejo todo esto. No tiene por qué ser verdad.
(Irene, en el Foro del Folklore Argentino, 30 de enero de 2010).
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