Cosas que no hago (y que quisiera hacer) desde hace añares:
(Ut supra, tres veces el verbo hacer, lo siento).
-- Repicar las campanas de mi Iglesia Matriz para llamar a la Misa de Once del domingo.
-- Remontar un barrilete más allá de los álamos amarillos del otoño
-- o hacer bailar un trompo sobre las lozas de mi patio entibiadas por el sol de la tarde.
-- Comer higos al pie de la higuera (nunca me gustó tomar leche al pie de la vaca. Era una leche tibia zumbada de moscas y de un acérrimo sabor a crudo. Pero higos al pie de la higuera, ¡una maravilla!). No sé por qué esta actividad tenía fuertes matices sensuales para mí. Sería porque mis primas, trepadas en la higuera y queriendo sin querer, me mostraban sus verijas rosadas y sus calzones umbríos, o sería por los higos mismos atrevidamente dulces y rosados tirando a rojo. No sé. Pensándolo bien, me gustaría volver a comer higos frescos aunque no fuera al pie de la higuera.
-- Bailar un bolero chick to chick con una muchachita olor a verano y lluvia (tu pelo tiene el aroma de la lluvia sobre la tierra) y al compás de una orquesta en vivo. Si fuera posible, con el baterista medio empedao y el saxofonista medio dormido.
Hay más pero por el momento estaba pensando en éstas.
Bezo a tódoz
(El Chafa, en La taberna, 24 de febrero de 2010)
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