Durante estos últimos días y por aquí, reiteradas veces he leído amonestaciones, exhortos, recriminaciones, explicaciones, justificaciones y toda suerte de intercambios e insinuaciones acerca de qué es lo propio o aceptable en esta lista cuando se trata de contribuciones o aportes positivos hacia la redención o la mejoría de la patria. Lo que suscitó esta 'hebra' fue la filípica del español Alberto recirculada por Caracol y reiterada y secundada por E. Peñaranda que, en suma, dice: En vez de escribir frivolidades, payadas y boberías, que son más autosatisfacciones y masturbaciones seudo intelectuales que contribuciones relevantes, deberían preocuparse por la patria y usar este medio electrónico para edificar el porvenir de Bolivia; especial, pero no exclusivamente, esos bolivianos que están afuera y que tienen los medios, la perspectiva, etcétera, etcétera.
En cuanto a lo que escribimos aquí, no puedo contradecir ni refutar a los amonestadores, tienen razón: escribimos trivialidades y, en general, hablamos de lo que nos interesa, algunos con obsesivo egoísmo además de reiterada liviandad y cursilería;
mea (nostra) culpa. En cuanto a hacer algo por la patria, tampoco lo contradigo en su irrefutable encomiabilidad, pero aquí tengo una --quizá vidriosa y controversial-- pregunta:
Quisiera que alguien me explique qué es la patria que tanto aman y proclaman y por qué la aman tanto; digo, la patria que aman: ¿es ésa que vemos en el mapa?, ¿es el pueblito o la ciudad donde nacimos?, ¿es el lugar donde tenemos nuestros muertos, la familia y el café con leche?, ¿es la escuela donde aprendimos a leer y escribir,
a añorar el mar remoto y usurpado, y donde enhoras cív icas cantamos el himno nacional e izamos la bandera?, ¿es esa geografía de montañas y ríos donde saboreamos el primer beso de la noviecita pura y el último de la vieja adorada?, ¿es éso y un poco más? Estas son preguntas honestas de alguien que ya no está "afuera" porque un día, de golpe y sin pedirlo, se le acabó el "adentro" que preocupa y reclama a tantos otros que leen y escriben en esta u otras listas. Y sé que estas preguntas son de esas que tienden a hurgar lo mas recóndito de los sentimientos y que frecuentemente se consideran ofensivas o, en el mejor de los casos, desleales e irreverentes, pero les aseguro que ésa no es mi intención. A mí me atañe esta cuestión porque yo encuentro el patriotismo generalmente sospechoso pero principalmente porque yo he vivido aquí la mayor parte de mi vida y, como la veo, probablemente muera aquí. ¿Es esta mi patria? Me refiero a estos Estados Unidos, no a la abstracción politica geográfica, sino a este país, a la realidad diaria hecha de historia y de imigrantes, de huesos y
quebrantos, de alegrías y enfermedades, de estudiantes, granjeros, bibliotecas, policías, peluqueras, bares, médicos, bodas, divorcios, profesores, hospitales, compañeras, amigos, abortos y bautizos, eventos, gente e instituciones que, las más de las veces, me han brindado cariño, amistad, ayuda, tolerancia y respeto, con su buena dosis de amarguras, frustraciones y añoranzas. En treinta años (más de los que algunos de ustedes han estado en este valle de lágrimas) uno construye una telaraña de nostalgias, lealtades, decepciones y esperanzas, y me pregunto --y les pregunto-- si alegrarse de ver la roja proa de un granero flotando en un verde chacral de Iowa, o sonreír recordando la sonrisa de una calabaza en el anaranjado "Halloween" de octubre, o defender con certeza y dedicación el derecho de quemar esta bandera de estrellas y de franjas (y al mismo tiempo tener la certeza de que uno nunca la quemaría), es parte de lo que forma la patria.
Creo que esta pregunta no es ociosa ni capciosa; no es como preguntar por qué quieres a tu madre (la patria, dicen, es una torcida y manipulada metáfora de la madre) porque la madre es un ser humano extraordinario por la sola virtud de ser madre y porque te ha dado la vida y --en la gran mayoría de los casos-- daría la vida por vos; eso lo comprendo. La madre es una persona tangible, material, sonriente en nuestras alegrías y tierna en nuestras amarguras y un millón de otras cosas más que están mejor descritas y justamente elogiadas en un montón de versos, escritos y canciones al estilo de "Hay una mujer", una especie de plegaria --escrita por no sé qué obispo-- que recuerdo enmarcada y colgada en la ala solariega, bajo unr etrato de mi abuela.
¿Pero la patria? Digo, ¿no es una abstracción? ¿Dónde empieza la patria y dónde termina? Alguien, sin enfangarme en improperios, ¿me podría decir qué es la patria y por qué debo, si es necesario, matar y morir por ella?
Por ejemplo, el señor Alberto, español, bien intencionado y honesto, sugiere regular este irregulable foro y exhorta a los bolivianos y contribuyentes a esta lista a dedicarse a resolver los serios problemas sociales de Bolivia y dejar de escribir nonadas acerca del buen gusto o tonterías acerca del fútbol; ¿no debería él, más bien, preocuparse por los gitanos de Andalucía, los obreros del País Vasco, los cabreros de La Mancha o los labradores de Extremadura, y deplorar la pobreza de España antes que preocuparse de la pobre gente de Bolivia? Decir esto no es echar mano al refrancillo de "la paja en el ojo ajeno" o decir "no te metas si no eres boliviano" (encuentro esta aserción generalmente ignorante y estúpida en su ciego provincialismo); al contrario, admiro, abrazo y celebro el altruismo de don Alberto; bienvenido sea. Pero éste es un ejemplo que me hace pensar que las preocupaciones y el patriotismo de una persona no dependen necesariamente del lugar donde esa persona nace, es decir "su patria" en el sentido tradicional de este concepto. Ahora, viendo la otra cara de la moneda y a riesgo de trivializar --"¡cuándo no!", dirán muchos que me leen-- mi argumento, les recuerdo que a veces, por abarcar mucho, se deja afuera lo que se quiere incluir.
Pongo por caso el nombre de esta lista. "Llajta" no es un nombre que, hablando estrictamente, incluye a toda Bolivia; a menos que las cosas hayan cambiado en los ultimos treinta años, conjeturo que, para los bolivianos del Beni, Pando, Santa Cruz y Tarija, la palabra "llajta" --aunque no sea ofensiva ni ininteligible-- carece del generoso y cálido sentido que le encuentra un boliviano que viene de la región donde se habla quechua y donde "llajta" y "masi" tienen implicaciones telúricas, solidarias y tradicionales. No quiero decir con esto que el nombre debería cambiarse o que fomenta el regionalismo, ni mucho menos que presenta un serio problema para la integridad nacional de Bolivia. Lo traigo al caso sólo como un ejemplo de este concepto de patria que me parece fluido, subjetivo y, a veces, un poco peligroso; algo similar a las creencias religiosas: tendrán algo o mucho de bueno pero, como sabemos, en su nombre y bajo su manto se han perpetrado increíbles barrabasadas. Y a pesar de todo eso, y a pesar de abstracciones, trivialidades y payadas yo, que vivo en este país y quiero a estos mis Estados Unidos e imperfectos yo, mal romántico y peor palabreador, también siento que es, y quisiera que mi patria fuera mi America latina "de norte a sur y de mar a mar"; y no sólo la América de Bolívar y de San Martín, de Juárez y de Martí, sino también mi
verde Brasil y mi Haití negro, mi América Central bananera y volcánica, las Antillas del ron y de Puerto Rico y el "largo lagarto verde con ojos de piedra y agua" que es la Cuba de Guillén y la quiero mía. Por eso, cuando leo exhortaciones y reproches, respuestas y explicaciones acerca de la patria, me pregunto, no si valen la pena --porque sí tienen mérito en su generosidad y altruísmo--, pero me pregunto dónde empieza la patria y dónde termina la canción con todos. Eso me pregunto yo, un negro trivial y payador que es latinoamericano en el alma pero que, con toda el alma, quisiera ser un negro mundial, ciudadano sin fronteras de todos los países en vías de desarrollo.