___________________________________________________________ Canal CONCIERTOS Irene Fernández

Próximo concierto en vivo "online": Sábado, 31 de mayo de 2014, desde la Almazara de Paulenca (Guadix), 22:00 h (hora peninsular) __________________________________________________________
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Desde el satélite, ahora mismo:

jueves, 14 de octubre de 2010

El templo del saber (CHAFA)

--Ruiz Ávila, dé un ejemplo de una oración con sujeto y predicado.
--«La escuela es el templo del saber».


Y yo, que podía haber dado otros y múltiples ejemplos diferentes y menos manidos, siempre caía en el clisé «La escuela es el templo del saber« u otra simpleza semejante como «La vaca es un animal doméstico». Y lo hacía porque mis compañeros de curso lo hacían, y el maestro o maestra (cura o monja generalmente) no nos pedía otro ejemplo menos trillado sino que nos llamaba a la pizarra a que lo escribiéramos e indicáramos cuál era el sujeto y cuál el predicado y el verbo y el sustantivo y el adjetivo y yada, yada, yada.

Y digo que yo podía haber dado otros y múltiples ejemplos diferentes y menos trillados porque desde chico, y como para compensar mi ineptitud para los juegos de changuitos de competencia física, fui aficionado a la lectura y a la danza de las palabras. Los juegos de changos --con la excepción del fulbo que me gustaba mucho y que, sin ser de los mejores jugadores, no era de los malos--, me amedrentaban, no me gustaban y en el mejor de los casos, cuando participaba en ellos, yo era un chambón irremediable. Juegos de patio de escuela o calle del barro como «Troya» en el que un muchacho se cabalgaba al cococho o a cuestas de otro, a modo de jinete y, entre muchos jinetes y caballos, trataban de desmontarse a jalones y empujones y pechazos hasta que quedaba una sola pareja (caballo y jinete) de pie e invicta; «Rango y mida» o «Metapaso», juego en el que yo no podía saltar ni el salto más fácil «dos palmadas». Había varios tipos de saltos: «dos palmadas era el más simple; había salto inglés y salto alemán; inglés puro y alemán puro. Sin manos; patada, culazo y lapo que, como su nombre lo indica consistía en dar un taquito, un culazo y un chirlo al muchacho agachado o burro antes de terminar el salto, y otros más complicados y difíciles, que escogía y anunciaba el capitán, quien había ganado su título y autoridad antes de empezar el matapaso, por haber saltado más lejos que todos los otros muchachos, desde una línea marcada con tiza en el suelo. Él también era el primero en saltar, lo que lo favorecía en saltos más complicados como el trencito que era un salto donde varios muchachos después de saltar se ponían al lado del que hacía de burro, de burros también, y el último saltador... bueh ya se acordarán ustedes. Y «Los que quieran prendansén» que ya evoqué antes creo que en esta grata taberna o en otro local que solía frecuentar. En esa ocasión doña Irene nos dijo que ella lo jugaba también y se llamaba «el látigo» como se llama en inglés como pueden ver ut infra.

Bueno, la cosa es que estaba pensado cómo yo, que podía hacerlo mejor, sucumbía voluntariamente a decir lo que generalmente los otros chicos decían, y zampaba mi consabido «La escuela es el templo del saber» u otra simpleza por el estilo, y no me dejaba persuadir fácilmente por los mismos chicos a que jugara Troya, el rango y mida o Los que quieran… Sería que ofrecer las oraciones ajetreadas y gastadas como billete e’ uno no me raspaban las rodillas ni me rompían las costillas ni me recalcaban el cogote y no exigían que mi ‘amá acudiera a la amonestación y a la ubicua antiflogistina.




pídola.
1 f. Juego de muchachos en el que uno salta por encima de otro que está agachado.

Mil y un nombres del juego de pídola
INFORMANTES DIVERSOS

ENVIADO POR: Julio Ángel Herrador (Universidad Pablo de Olavide, Sevilla)

Nombres recibidos en España

Agache
A la una, mi mula
A la una pica la mula
A la una, la mula
A las una salta mi mula
Araña
Borriquete
Bota la mula
Brinco
Brinquitiburro
Burranca
Burrito
Burrito Ventiuno
Burro
Burro 16
Burro bala
Burro castigado
Burro corrido
Burro diez y seis
Caballo
Canguro
Carga la burra
Carreras a Pídola
Catorce lo perdí
Cero te brinco por chapucero
Cigüeña
Correcalles
Correcaminos
Dola
Dólar
Espolique
Fil derecho
Nuevo-pico
Juego del quince
Jugar a caballito
Jugar a la taberna
Jugar al va burro
Juego del paso
Bombilla
Viola
Lingo
Macho
Mataculo
Mesa
Metapaso
Mide
Mi mula
Mula
Nache
Nacla
Omblígate
Pagar y palmarilla
Panda
Pendola
Pía
Pía maisa
Pídola
Pídolapiola
Píndola
Piola
Pique repique
Potro
Rana
Rango
Recorrecalles
Salta cabrilla
Salta palpo
Saltaborrego
Saltaburro
Saltacabrilla
Saltar al burro
Saltar al potro
Salto al burrito
Salto al burro
Salto al compañero
Salto de lomo
Salto de mula
Salto de pilonets
Salto de rana
Salto del burro
Salto del carnero
Salto de cordero
Salto del conejo
Salto del potro
Salto y paso
Sinada
Toribio
Trotamundos
Una mi mula
Viola
Zapito

Resto del mundo

Cabra-Cega (Brasil)
Saltar i parar (Andorra)
El rango y mida (Argentina)
Springe buk, springvis fremrykning (Dinamarca)
Haasje-over (Holanda)
Saute-mouton (Francia)
Bockspringen (Alemania)
είδος ομαδικής παιδιάς (Grecia)
Cavallina, giocare alla cavallina (Italia)
De pular carniça (Portugal)
перепрыгивать (Ruso)
‏(الاسم) قفزة الضفدعه, لعبه القفزيه (فعل) يقفز كالضفدعه, يتقدم (Arabico)
קפיצת



Bézoz

(El Chafa en La Taberna, 14 de octubre de 2010)

Noche de Reyes (CHAFA)

Esto la mandé a otra lista hace tiempito ya; como aquí hay campo de sobra, se los endilgo aunque sea pa' hacer bulto o pa' romper los quinotos. Sea lo que fuere, aquí va. Y saludos:

Este tango de ut infra era uno de los favoritos del repertorio de mi madre (y el repertorio de mi madre era extenso). Lo cantaba bajito con «su voz de alondra» por los patios, las galerías y los aposentos de la casa mía (QEPD), hasta ahora no sé por qué le gustaba tanto. Sería por lo truculento y melodramático. Esas cosas truculentas y melodramáticas gustan a la gente. A lo mejor tenía que ver algo con mi tía Isabel que, a pesar de que (o quizás porque) tocaba el piano y cantaba muy bien, se casó con un viejo rico que se la llevó a Buenos Aires donde murió, no sé si entre hojas de música en la penumbra de su salón con piano de cola y las hojas de Eva de sus macetones sobrios, o de tuberculosis o de maldeamores o de malmaridada, pero murió joven y, en mi casa, no se hablaba mucho de la causa de su muerte. A lo mejor, pensaba yo, algo sórdido como eso del tango de la noche de Reyes causó su muerte… que querés que te diga: los chicos se imaginan o inventan cosas cuando no tienen mucha información para satisfacer su curiosidad o su congénita perversidad. Pero bue… Una de las cosas que extraño o echo de menos por acá es esa costumbre que llenaba de cantos y músicas y tarareos y silbos la casa de mi juventud. Todos sus habitantes (con la excepción de los gatos que siempre se portaban como gatos) cantaban algo o tarareaban algo siempre o casi siempre; cocinando, regando las plantas, planchado la ropa, jugando al truco (además de los otros cantos de truco, claro) la gente y los animales era un grupo de individuos cantores o silbadores. Y eso era por todas partes. Por ejemplo, la Yola Raña Gaite, una vecina de allende los techos rojos y las paredes blancas y de ojos negros y claveles y labios rojos, cantaba muy bien y, desde que Dios echaba el día al mundo, ella, con toallas a la cabeza y pantuflas en los pieces se movía entre su jardín y su alambre de colgar ropas envuelta en corridos y pasodobles y tangos y zarzamoras y flamencos del colmao y bien pagás. Es la pura; y era muy lindo verla y oírla. Aquí no canta nadie… será que los estúpidos CDs con los estúpidos raps o la estúpida televisión con el estúpido MTV y los estúpidos y ubicuos Boom Boxes y I-Pods han reemplazao la alegría y la pena y la oportunidad de cantar que tenía la gente de mis pagos. ¡Joder!

NOCHE DE REYES (1927)

La quise como nadie tal vez la haya querido
y la adoraba tanto que hasta celos sentí.
Por ella me hice bueno, honrado y buen marido
y en hombre de trabajo, mi vida convertí.
Al cabo de algún tiempo de unir nuestro destino
nacía un varoncito, orgullo de mi hogar;
y era mi dicha tanta al ver claro mi camino,
ser padre de familia, honrado y trabajar.

Pero una noche de Reyes,
cuando a mi hogar regresaba,
comprobé que me engañaba
con el amigo más fiel.
Y ofendido en mi amor propio
quise vengar el ultraje,
lleno de ira y coraje
¡sin compasión los maté!

¡Qué cuadro compañeros, no quiero recordarme!
Me llena de vergüenza, de odio y de rencor.
¡De qué vale ser bueno! si aparte de vengarme
clavaron en mi pecho la flecha del dolor.
Por eso compañero, como hoy es día de Reyes,
los zapatitos el nene afuera los dejó:
Espera un regalito y no sabe que a la madre
por falsa y por canalla, ¡su padre la mató!


Letra de Jorge Curi.
Música de Pedro M. Maffia.

(El Chafa, 16 de septiembre de 2010, en La Taberna del Buda)

domingo, 9 de mayo de 2010

Una sardina (CHAFA)

Un amigo y paisano mío me mandó un libro que una tía suya le dio en Tarija para que me lo hiciera llegar. Se trata de Motivos campestres: poemas, 2da. ed. 1977, de Nivardo Aguirre Lema.

Este libro y su autor se merecen una sardina, y quiero explicar por qué:

Una vez, de chango, encontré medio olvidao en un cajón de escritorio un pequeño juego de ajedrez que mi tío, el General, había labrao de madera de guayacán muchos años antes y cuando, en vez de balas y granadas, una garuita perenne caía en las trincheras del Chaco. Mi tío, pa' hacerme olvidar la pena y la soledad de una orfandad reciente --y quizás pa' recordar sus treinta y dos momentos de sosiego en la campaña-- me enseñó a mover las piezas y a dar el triunfal jaque mate. Después de que aprendí este juego, empecé a ejercitarlo ávidamente, pero mis primos, más interesaos en los contoneos de las hermanitas Marinoni (hijas del Ingeniero Jefe de la Comisión Mixta Vial Argentino-Boliviana) que en las movidas en amartillados saltos del caballo o las oblicuas intrigas del alfil, me dejaron sin nadie con quien jugar.

Por ventura, pronto descubrí el salón de billares en el tercer piso del Club Social "Tarija", donde había tres hermosas mesas de ajedrez con tableros de vidrio y patas que terminaban en una garra de águila aferrada a una bola. Y, hablando de garras, recuerdo muchas mañanas cuando yo me subía al tercer piso del Club, despacito y taimao pa' que León (de verdad, así se llamaba), el mozo calvo y regañón que dormitaba cerca de la puerta principal del Club, no me agarrata en las suyas. Cuando alcanzaba la seguridad silenciosa del tercer piso sin incidentes, me escabullía a la soleada soledad del salón y allí, frente al tablero, me ponía a analizar partidas o a imaginar estrategias y movidas.

Una de esas mañanas, un profesor de Literatura del liceo de señoritas, muy aficionado a las damas (la ambigüedad es intencional) y amigo del ajedrez, subió al tercer piso a reclamar la posesión de un olvidado cuaderno, creo, y me encontró, o mejor, me sorprendió sentao frente al tablero. Después de amonestarme profesorilmente por mi clandestinidad (el Club y el salón estaban reservados para socios), me llevó y me dio entrada a la especie de club político, social y de ajedrez que funcionaba en la tienda de Juan Choque, en la Casa Dorada y en plena esquina de las calles Gral. Trigo y 15 de abril. Ya ni me acuerdo qué vendía don Juanito en esa añorada tienda; ¿serían repuestos para automóvil? No sé... la cosa es que detrás de la puerta, y en un rincón más bien amplio, había una mesita con un tablero y unas cuantas sillas desiguales donde se sentaban los ajedrecistas y los mirones. Frecuentemente había otros mirones de pie, detrás de los principales, comentando, pitando, o esperando su turno pa' ocupar una silla. Eran como siete u ocho los regulares, además de unos visitantes esporádicos que caían de vez en cuando: el anfitrión, por supuesto, era Juan Choque (de quien una tía mía juraba no comprender "cómo un hombre tan bueno y tan caballeroso como él podía ser movimientista") que, además de ajedrecista empedernido, era prominente guitarrista de "La estudiantina", conjunto de musiqueros que aparecía en público cada 21 de septiembre y que lo integraban, entre otros, don Juan de Dios Sigler en la mandolina y, creo, don Carlos de la Serna en la guitarra segunda. El profesor de Literatura aficionado a las damas y otro de Geografía con perfil de loro y el sonoro nombre de Cástulo Paz Anes, formaban el frente docente sindical. Nilo Soruco y sus hermanos Firmo y José estaban en el sector de izquierda progresista, y un señor de cejas hirsutas y de apellido Figueroa, comerciante minorista y movimientista como Juan Choque, constituía el sector oficialista y mercantil con el dueño de la tienda. El otro miembro del sanctasanctórum y, para mí, uno de los más interesantes, era don Nivardo Aguirre Lema, hidalgo tarijeño, terrateniente modesto y esforzado, espíritu independiente, y poeta de exquisita sencillez.


Los ajedrecistas que conozco tienen por costumbre repetir gestos peculiares o musitar reiteradamente ciertas frases específicas mientras aguaitan la jugada de su oponente o piensan ejecutar las suyas; los que conocí en la tienda de Juan Choque no eran la excepción y, cada quien y cada cual, usaba una muletilla, o un gesto o un tic, que lo caracterizaba y que, a veces, lo ayudaba a desconcertar a su rival: "¿Cuántos pares son tres botines?", decía uno; "Cuando el changuito es panzón, es al ñudo que lo fajen", decía otro; Nilo Soruco tamborilleaba los dedos en el tablero y tarareaba quizás el germen de las cuecas que lo iban a hacer famoso años después. O decía: "¡Ay..., alcalde, que me llevan preso!..." (este dicho tenía, además de su elemento de sonsonete, y gracias a la eficiencia de un collita de cara esquinada, de pelo rebelde y de apellido Cata que era teniente de carabineros y jefe de lo que entonces se llamaba el "Control Político", un frecuente toque de realidad para Nilo).

Por su parte, don Juanito, antes y después de cada movida, emitía una especie de graznido entre ahogado y soprano, y movía la cabeza como un gallo encandilao, mientras refregaba el dedo mayor con el índice, agitándolos rápidamente en un gesto de mosca o mariposa. Nivardo, sentao tranquilo y noble, con la pierna cruzada de manera que dejaba ver la canilla blanca entre el elástico del calcetín y el comienzo del botapié, y el humo de su "Astoria" perfumando el tablero (el olor a tabaco negro lo tengo presente en la memoria y, de vez en cuando, trato de recuperarlo en la realidad con un atao de "Galouises"), decía de rato en rato: "Ejem... ¡mire, mire, mire, amigazo!... ¡se merece una sardina...!". "Por Diosito, aparcero, ¡esa sí que se merece una sardina!". "...¡Otra vez una sardina pa uste', cumpita!...", y así, dale con la sardina.

Bueh... eso de "¡Ay..., alcalde, que me llevan preso!" o "¿cuántos pares son tres botines?" o "agarrate, Catalina, que vamos a galopiar", tenía más o menos cierta relación con las vicisitudes del juego y, según entiendo, era como decir "¡cuitado de mí!", o "¡¡amalaya!!" o "ahí te quiero ver" u otro lamento o fanfarronada similar, pero ¿"...se merece una sardina"?...

Así que una tardecita de esas, intrigado e insistente, yo le pedí a don Nivardo que me explicara esto de la sardina (yo era pendejito entonces, y aparte de jugar al ajedrez conmigo, los miembros de este venerable club no me llevaban el apunte mucho; la excepción eran Nivardo y Nilo, que siempre me hacían preguntas o, de otra manera, me hacían partícipe de la tertulia, aunque esta fuera poca, incoherente y repetitiva, siendo, como era, que todos o la mayoría andaban con las narices colgadas sobre el tablero o metidas en las tribulaciones y los triunfos de los contendientes).

Bueno, la cosa es que esa tardecita no había mucha actividad en el tablero, poca en la tienda y casi ninguna en la calle; estaba lloviznando desganadamente afuera y, adentro, el ambiente invitaba a una anécdota o a una confidencia; don Nivardo carraspeó un poco pa' aclararse el gaznate y, pa' llenárselo otra vez de alquitrán y humo espeso, encendió un "Astoria" y empezó a decir ma' o meno': "Mire, Chafallito (me trataba de uste', no por respeto, sino por afecto; yo a él, por las dos razones), como uste' sabe, yo tengo una finca en Iscayachi, y allá, el trabajo --como todo trabajo de campo-- es duro pero lindo y noble. Hay ocasiones en que yo solo no me doy abasto, y tengo que recurrir a la fuerza y la buena volunta' de los chapacos de estos lares; les pago, claro, pero la faena es difícil y ardua y, por mucha volunta' que uno le ponga, la cosa se hace cuesta arriba: hay zanjas que vacar, pircas que apilar, corrales por construir, ovejas que juntar, maarcar y curar; domar caballos, en fin, es una de nunca acabar... así que los peones a veces desfallecen y flojean un tantito, y la coquita y el pisco, aunque ayudan en ocasiones, no alcanzan ni llegan hasta donde yo quisiera que llegaran... Pero fíjese, aparcero, que un día especial de esos que nos da el Señor, yo encontré la solución pa' mis faenas (exactamente cómo y cuándo la encontró, no me lo dijo o, si me lo dijo, nomiacuerdo) y ahora los peones trabajan como sansones; tanto, que les anda escaseando tierra pa' cavar, pircas pa' apilar, caballos que domar y ovejas que trasquilar; cada cual queriendo aventajar al otro en rapidez y esfuerzo, y todo esto na' más que pa' merecer y ganarse el premio que le doy al mejor al fin de la jornada. No hay nada, le digo en oros, que lo codicien (codicién, decía don Nivo, con acento en la e, como buen chapaco) con más ganas, ni que lo tengan en más alta estima".
--¿Y qué es eso, don Nivardo? --le pregunté yo, más intrigao que nunca.
--¡¿Y qué ha de ser, cumpita --me respondió él, medio socarrón y con una sonrisa tan amplia como se lo permitía el ceniciento Astoria colgao, como cholonca, de la comisura de los labios-- si no una lata de sardinas?!

Y ahí y entonces entendí por qué, cuando don Nivardo veía peones o caballos haciendo faenas prodigiosas y labores encomiables, ¡"se merecían una sardina"! Bueno, don Nivardo, su recuerdo en mi memoria y su librito --tan lindo y fresco-- en mi escritorio ¡sí que se merecen una sardina!... así que aquí va pa' uste' ésta, que la tengo y la llevo, desde changuito, cerquita de mi corazón, y el versito que sabíamos repetir en la escuela:

En el cielo las estrellas
en el campo las espinas
y en el fondo de mi pecho
¡una lata de sardinas!...


Bézoz a todos.

P.D. El librito de don Nivardo, ahora en mis manos (gracias, cumpa Villena, ¡y gracias a doña Hilda!), es realmente una joya, así que perdónenme si me presto unos símiles de Neruda pa' describirlo: "claro como una lámpara / simple como un anillo".

(El Chafa, en algún foro hace añares).



jueves, 25 de febrero de 2010

Cosas que no hago (CHAFA)

Cosas que no hago (y que quisiera hacer) desde hace añares:

(Ut supra, tres veces el verbo hacer, lo siento).

-- Repicar las campanas de mi Iglesia Matriz para llamar a la Misa de Once del domingo.

-- Remontar un barrilete más allá de los álamos amarillos del otoño

-- o hacer bailar un trompo sobre las lozas de mi patio entibiadas por el sol de la tarde.

-- Comer higos al pie de la higuera (nunca me gustó tomar leche al pie de la vaca. Era una leche tibia zumbada de moscas y de un acérrimo sabor a crudo. Pero higos al pie de la higuera, ¡una maravilla!). No sé por qué esta actividad tenía fuertes matices sensuales para mí. Sería porque mis primas, trepadas en la higuera y queriendo sin querer, me mostraban sus verijas rosadas y sus calzones umbríos, o sería por los higos mismos atrevidamente dulces y rosados tirando a rojo. No sé. Pensándolo bien, me gustaría volver a comer higos frescos aunque no fuera al pie de la higuera.

-- Bailar un bolero chick to chick con una muchachita olor a verano y lluvia (tu pelo tiene el aroma de la lluvia sobre la tierra) y al compás de una orquesta en vivo. Si fuera posible, con el baterista medio empedao y el saxofonista medio dormido.



Hay más pero por el momento estaba pensando en éstas.

Bezo a tódoz

(El Chafa, en La taberna, 24 de febrero de 2010)

martes, 16 de febrero de 2010

lunes, 15 de febrero de 2010

La verdad de la milanesa (CHAFA)

La verdad de la milanesa es que uno nunca debe abandonar la esperanza y entregarse a la desidia y el adormecimiento que causa la rutina diaria o este laberinto de la soledad, esta «maquina de moler carne» que llamamos «la vida» y que --a veces-- nos hace sentir como carne 'e cogote, como ingrediente p'albóndigas o como alpargata 'e gordo.

Fijate vos cómo son las cosas: esta mañana yo estaba al borde de una de esas amargas y caliginosas lagunas, y a punto de sumirme en la ontológica zambullida de, si no la desesperación, la fiaca y el aburrimiento; 'taba pensado que tengo que ir a la peluquería donde no hay una peluquería, de modo que me espera el "beauty salon" de la parlanchina Karla; después, tengo que hacer unos papeleos que no me van a traer ningún beneficio, pero van a evitarme un desastre; luego, tengo un problema casi insoluble con una cebolla colorada y una naturaleza muerta que ando tratando de terminar y que me está quitando un montón de tiempo y dando una punta de canas y, encima, estaba pensado que es hoy es Lunes de Carnaval en Tarija... y las albahacas y las humintas, y las muchachitas que son una maravillosa síntesis de las albahacas y las humintas y qué lindo cuando llueve y ¡que lo parió! en fin, etcétera... pa' qué te cuento...

(El Chafa, en La Taberna del Buda, 8 de febrero de 2010).

Es un latido doble (IRENE)

Hoy Los Trova me han distraído de Cosquín, y no sé si podré volver en varios días. Voy a atreverme a escribir y sé que luego me va a dar vergüenza verme aquí, extensa, extenuada, tan vulnerable y cursi como asomo después de haber pasado por la mano de almirez que han sido los versos de Tejada Gómez para mí todo el día. Pero tengo que escribirlo donde me entiendan, y no hay otro lugar sino este, el bendito sitio adonde me vine a asomar y me raptasteis sin que yo pudiera reaccionar.

Tal vez es un destrozo esto que sigue, pero no puedo traerlo todo, no me cabe en las sensaciones. Llegué muy despacio a estos versos. Y me fui anocheciendo despacio, amaneciendo despacio, igual que el día le entra a la noche, lo mismo que le responde la noche al día.

Empecé antes, pero traigo los primeros aquellos versos que ya me habían cazado estos días, esa metáfora, esa imagen de la siembra al voleo:

Yo debo andar cielo y tierra
igual que siembra al voleo.


Seguí viendo un quebracho abuelo, rejuntador de pájaros en el vigor de la tierra:

Abuelo de antigua luna
patria boreal de los pájaros
desde el vigor de la tierra
alza su sombra el quebracho.


Y después la sonoridad que tienen estas palabras. Hice el ejercicio. Lo paré todo. Las pronuncié. Ellas solas cantaron:

El duende de la madera
duerme un sueño milenario,
un siglo de viento verde
en donde canta el verano.

Y llegué hasta aquí. ¿Qué puedo hacer con esto?, ¿dónde lo pongo?, ¿dónde meto al Chaco, a la luna, floreciendo juntos en la madera instrumental cuando canto?:

Esta guitarra que toco
no olvida su entraña de árbol,
su raíz de Chaco y de luna
florece cuando yo canto.

Zamba de monte y hacha. ¡La voz de Gómez, por Dios!, y estos versos, claro:

en la fogata de los hacheros
quema recuerdos la soledad.


La Juana es como mi sombra. Y la voz de Gómez tiene su sombra en la de los muchachos, que la siguen. ¡Velay, mi Juana! siempre le digo, ¡tan tierno que se lo dice!

La Juana es como mi sombra
anda siempre 'detrás mío'
si la muerte me da alcance
se la ha de llevar conmigo
¡Velay, mi Juana! siempre le digo.


¿Y esto?, ¡la ruda paz!:

El mate de mano en mano
junta silencio en la ruda paz.


Y de pronto la alegría del corazón carpero. Me recuerda los versos de Ovalle a Dávalos: “Qué alegre, cumpa, qué alegre te siento cantar en mí”. Aunque la repentina alegría se ensombrece con el contenido de los versos:

Traigo un corazón carpero
desde el rigor de la zafra
y el oficio del machete
relampagueando en el alba.
Díganme si no es amarga
la dulzura
de la caña.[…]

No hay año que no lo vean
regresar con su majada
llena la alforja de sueños
y al final vuelve sin nada.
Díganme si no es amarga
la dulzura de la caña.


El junco de su pollera pasó cantando en mi sangre. ¿A qué afortunada mujer le dijo esto Tejada Gómez?, ¿a quién se lo diría Pedro Changa?, ¡el junco de su pollera! El junco, ¿lo veis?, el junco cimbreño y fresco, bailaor, cantaor en su sangre, ¡ole!:

La vide venir cuerpeando
al aire azul de la tarde
y el junco de su pollera
pasó cantando en mi sangre.


¡El pecho de los álamos!, qué cosa tan imaginativa:

Esta mañana tenía
fresco rocío al costado
le parpadeaba la luz
sobre el pecho de los álamos.

Pero Pehuajó viene entero. Pehuajó es sagrado. No puedo tocar ni un espacio. Me emociona hasta el latido de su “tucutum tucutum, tucutum tucutum”, que resume para mí en percutora metáfora este día de hoy y toda esta expectoración con que os aporreo. Tucutum tucutum. Ahí está todo. Es un latido doble. Si hay alguien que no haya puesto todavía sus ojos en absolutamente todas estas palabras, puede que ahora sea un buen momento para caminarse esta huella. Ni siquiera retinto un verso: no tendría sentido retintarlo todo.

Anduve por Pehuajó
para el tiempo de la trilla
cuando el cielo era un incendio
sobre la luz y sin orilla.

Vi morir los girasoles
bajo un ocaso muy lento
y en tus ojos ese azul
que tiene el mar a lo lejos.

Te vi venir del galpón
ceñida la luz de enero
y toda la pampa gringa
era un trigal en tu pelo.

Nunca sabré qué te dije
detrás del molino viejo
pero es que en el corazón
me hacía bulla el silencio.

Nunca olvido a Pehuajó
cuando el cielo era un incendio.
Llegué buscando trabajo
y me llevé tu recuerdo.


Después de esto, después del molino viejo, detrás de él, la urgencia del silencio y no sabemos qué más… no puedo seguir. Mi corazón tiene un nuevo estilo. La sangre me recorre dos veces por latido en Pehuajó. Es un recorrido doble. Es un latido doble.

Y ahí os dejo todo esto. No tiene por qué ser verdad.

(Irene, en el Foro del Folklore Argentino, 30 de enero de 2010).